Por Daniela Ramos.-
Héctor Hugo Munro más conocido por el seudónimo de Saki (Myanmar, Birmania 1870- Francia 1916) es un escritor tal vez poco conocido. Sus cuentos suelen caracterizarse por una narrativa breve. En ella descansa la temática relacionada con la burguesía inglesa de finales del siglo XIX. Este narrador de historias fue criado por un par de tías bastante prejuiciosas y odiadoras seriales de los animales. En contraposición a esto, creó “Animales y más que animales” (publicado originalmente en formato libro en el año 1914). Quizás por estas particularidades familiares, amó a los seres vivos con locura.
Su padre era inspector general de la policía de Birmania cuando estaba bajo el régimen del Imperio Británico, su madre Mary murió joven y él fue trasladado a Gran Bretaña.
Toda la pacatería y la doble moral que adornaba la sociedad victoriana eran un espejo en el que mostraba el alma de sus personajes.
“La ventana abierta” probablemente sea su cuento más conocido. En él aparece como una verdadera matrioshka un relato que contiene a otro. Así el personaje principal, Framton Nuttel se encuentra esperando a la Sra. Sappleton. Una astuta y extrovertida niña de quince años, llamada Vera (la cual es presentada como “la sobrina de la Sra. Sappleton”) comienza a “sacar” información al inestable Sr. Nuttel. Así por medio de una serie de estrategias llega a hacerse de datos importantes. Pero lo fundamental será su posterior aprovechamiento.
La ventana continúa abierta a la espera de una llegada que sólo será un enorme fraude. En cierto modo la sugestión crea fantasmas y la ansiedad le juega una mala pasada al joven y dubitativo Sr. Nuttel. Vera miente, fantasea y Nuttel lo cree.
¿Quién podría dudar de la palabra de una “inocente jovencita” que de buen agrado oficia de anfitriona hasta que su tía se apersone? En verdad Vera es una embustera y no sólo actúa de ese modo con el Sr. Nuttel, también lo hace con nosotros los lectores.
Ella nos indica el camino, nos proporciona la información y nosotros vemos a través de sus ojos, pero las apariencias engañan. Entonces, ¿seremos cómplices o sencillamente testigos mudos de la Srita. Vera?
El cuento finaliza diciendo: “La fantasía sin previo aviso era su especialidad”.
Nada que añadir.