Por Daniela Ramos.-
Quizás nos suene la ópera “Carmen” de Georges Bizet (París- Francia 1838- Bougeval- Francia 1875) quien fue un compositor el cual recreó la novela homónima de Prosper Mérimée (París- Francia 1803- Cannes- Francia 1870).
El proyecto de composición sugerida por Bizet a pedido de los directores de la Opéra Comque finalizaron durante la época primaveral del año siguiente. Más de un año de trabajo. Su estreno se dio el 3 de marzo de 1875. Cuarenta y cinco funciones sellarían el éxito de esta puesta en escena la cual acumuló diversidad de dificultades con la escenografía y los cantantes.
La novela “Carmen” de Mérimée nace con la gitana cigarrera en la fabulosa Sevilla. En esa fábrica de tabacos (hoy famosa), Carmen aparece como la mujer agraciada, seductora y fatal o como el ejemplo de esa fémina que rompe cadenas y derriba estereotipos. La historia de Carmen nos lleva a la conquista del corazón de un soldado comprometido con otra mujer llamado Don José. Este llega a la obsesión por ese amor fatal, ello lo llevará a la perdición. El escenario no puede ser mejor, Sevilla se abre cual rosa al deseo y la libertad.
Mérimée amaba España y su cultura, quizás por ello esa cara y el estilo que no pasaban desapercibidos dio vida a una mujer enredada en un triángulo amoroso. Un bandolero, una gitana y un torero cruzan sus historias y colocan un sello de españolidad. Ella domina, maneja, seduce y logra lo que quiere. Peca y condena, acepta, pero modifica.
Bizet creyó que colocarle mayor protagonismo a un simple picadero y convertirlo en un osado torero le daría un condimento adicional a esta historia. Por ello la canción de “toreador” (conjuntamente con la habanera de Carmen) han llegado a la popularidad.
Mérimée creó un juego de seducción cuya arma era la palabra y la mirada. Su instrumento era Carmen. Ocho días le bastaron al autor para engendrar a Carmen con la ayuda de Madame de Montijo (Doña Manuela, la condesa de Teba) a partir de una leyenda allá por la España del 1830. La cual le regalaría su primer viaje a la península Ibérica.
Esos ojos gitanos “hablaban” por si solos, así Carmen con una simple mirada llegaba a comunicarse con los hombres. Su mantilla aportaría el misterio necesario para sembrar de magia el relato.
Amor, celos, muerte y obsesión crean un clima que hizo más famosa la adaptación de Bizet que la obra del propio Mérimée. Así un francés escribía una novela y en conjunto, otro pintaba de forma exótica y costumbrista la España del siglo XIX.