22 December, 2024

Si deseamos poner en palabras una de las múltiples facetas de Silvina Ocampo (Buenos Aires, Argentina 1903-1993) podríamos reconocer su capacidad de aislarse en su habitación y repasar una y mil veces la trama de sus obras. El esplendor de su literatura hacía que buscara la calidad suprema de ella. Quizás por ello el misterio la envolvía por completo.

Hoy optamos por un cuento breve “El sótano”. Allí elige vivir su estadía subterránea una mujer, aunque no desconoce el frío que la paraliza durante el invierno, encontrará también un refugio en verano.

La autora sugiere que la protagonista presta algún tipo de servicio sexual, ya que recibe a sus clientes en este lugar privado de luz y agua, pero donde no paga alquiler. Ha rechazado la ayuda de todos, eso la acerca a un raro entendimiento de lo que es la libertad y la independencia. Se excluye, pero no lo padece. Aunque para los ojos externos, la rodea la marginalidad.

Fermina es prostituta y adorna su hábitat con lo que les sobra a esos “clientes millonarios y sinvergüenzas”. A sus once años ya se sabía pobre. Ella maneja el relato minucioso de la realidad. Los objetos y los ratones la acompañan, la imaginación es ese soporte que necesita para existir (“…la búsqueda de la levedad como reacción al peso de vivir…”, según palabras de Italo Calvino, Cuba 1923- Italia 1985).

Ese sótano con múltiples manchas de humedad, retazos de cortinas regaladas y hasta una cama ganada como trofeo por sus servicios, componen su entorno. No existen ventanas, la luz no entra allí, pero sí la buena compañía de los ratones a los cuales ha nombrado con esmero para no confundirlos. Ese edificio será demolido, pero ella y sus amiguitos resistirán con estoicismo.

Como en la gran mayoría de la obra de Silvina Ocampo emerge la locura, los escenarios extraños, el asco, el morbo, la normalización de las situaciones límite, las mujeres como personajes contradictorios, la ruptura temporal, la marginalidad, pero también la opulencia.

Por eso Fermina es víctima y victimaria, ama y esclava, magia y realidad, inocente y culpable en igual medida. Es esa misma que reflexiona en la soledad del sótano sobre su estado de alienación y la restauración a intervalos de su propio cuerpo. Evocar con el único propósito de desaparecer.

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